Zorros y Seres Humanos

En El zorro y el sabueso (Walt Disney Productions, 1981), una anciana rescata a un pequeño zorro rojo huérfano y lo lleva a vivir a su granja para cuidarlo hasta que crezca y pueda dejarlo en libertad. En la vida real no existen muchos casos parecidos, pero la relación entre los zorros y las personas es muy cercana a pesar de que se trata de cánidos salvajes.

A lo largo de la historia, los humanos se han relacionado con muchos zorros puesto que son animales abundantes en el mundo, que viven en todos los continentes excepto Antártida. Han estado presentes en su arte y en general, en su cultura. Los han hecho agudos personajes ficticios y epítomes de la astucia, capaces de planear ingeniosas estratagemas para obtener lo que quieren.

Los zorros son, en resumidas cuentas, animales sumamente populares, que sin embargo pueden no despertar la misma simpatía que otros mamíferos como los delfines, los perros o los elefantes. Su abundancia y la expansión de las poblaciones humanas han roto los límites físicos entre ellos y las personas, y por lo tanto, cada vez es más común encontrarlos en las ciudades. Se les ha llamado “zorros urbanos”, y se cuentan por miles en ciudades grandes como Londres y Edimburgo.

Con personas viviendo en compañía de zorros, se ha suscitado algunas problemáticas como resultado de la interacción.

Con personas prácticamente viviendo en compañía de zorros, se ha suscitado algunas problemáticas como resultado de la interacción. Por ejemplo, algunos zorros acostumbran entrar en las propiedades privadas, abrir los contenedores de basura para buscar comida e incluso entrar en las casas y robar alimentos hasta dejar un lío, lo que genera molestia entre los ciudadanos y puede llevarlos a atacar a los cánidos. Algunas personas tienen un permiso legal para capturar y matar zorros que se inmiscuyen en ciertas zonas.

Claro que este comportamiento de los zorros no se produce exclusivamente en las ciudades, sino en cualquier lugar poblado donde encuentran disponibilidad de alimentos. Como se ha retratado en algunas películas, estos cánidos son un dolor de cabeza para algunos granjeros, cuya intención de proteger a sus pollos, gallinas o corderos los puede llevar a la caza. En contraste, los agricultores dan la bienvenida a aquellos que, al alimentarse de los roedores y conejos, terminan con plagas que afectan los cultivos.

No falta quien rechaza a los zorros por temor a ser blanco de un ataque, pero es más probable que las personas ataquen a los cánidos que estos a las personas. No obstante, sí se han producido casos en los que un zorro entra en una casa y ataca a un menor de edad dejándole heridas profundas. Son casos muy, muy raros, porque por lo regular temen a las personas y no demuestran agresividad.

Es posible que los zorros urbanos estén más familiarizados con los seres humanos que años atrás, y se teme que poco a poco pierdan el miedo natural hacia ellos. No es un hecho negativo en sí, pero podría tener consecuencias como la adopción de un comportamiento menos tímido o más audaz al interactuar con las personas. Por otro lado, no se ha pasado por alto el parecido entre los perros domésticos y los zorros.

Así es. En 1959, un científico soviético llamado Dmitry Belyaev puso en marcha un experimento para estudiar el proceso de domesticación con base en la genética. Junto con sus colegas, seleccionó algunos zorros plateados de una granja peletera y los mantuvo en relativo aislamiento. Poco a poco liberó a los zorros que demostraron características salvajes y mantuvo a los más mansos para que se reprodujeran. Al cabo varias generaciones, los zorros comenzaron a mostrar un comportamiento parecido al de los perros domésticos.

Algunos de ellos son vectores de rabia o de otras enfermedades peligrosas para las personas.

Aunque es claro que los zorros salvajes no se mantienen como mascotas, estos zorros plateados sí se han adaptado a la vida con los seres humanos. No es conveniente instar a cualquier zorro urbano a establecerse dentro o cerca del hogar, ya que siguen siendo animales salvajes que se guían por sus instintos. Además, algunos de ellos son vectores de rabia o de otras enfermedades peligrosas para las personas, así como estas pueden hacerlos enfermar por medio de la comida.

Ningún zorro desea meterse en problemas con los seres humanos. Como miembros de la fauna del mundo, merecen realizar todas sus funciones en total libertad y naturalidad, aunque hoy en día no todos los individuos lo logran. El lado positivo es que existen personas preocupadas por su futuro, y no escatiman en tiempo y recursos para protegerlos.

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